jueves, 15 de diciembre de 2011

Club Atlético Atalaya


El Club Atalaya, ubicado en el “barrio La Sexta”, fue fundado especialmente para practicar básquet. Nació el 11 de abril de 1934 bajo el nombre de Circulo Sportivo Social Atalaya. Su primer presidente fue Pedro Dogliotti, quien se mantuvo durante 20 años en el cargo. Éste fue figura fundamental en la creación y desarrollo del club. El 25 de marzo de 1936, Dogliotti se vio obligado a cambiar el nombre del club para poder afiliarse a la Asociación Rosarina de Básquet y poder así competir en los torneos oficiales; el nuevo nombre fue: Atalaya Club.  La primera camiseta oficial fue azul, con mangas blancas y tenía la letra 'A' en el frente (1942).
El voley, integrado por 40 chicas aproximadamente, es la actividad deportiva que más ingresos le generan al club. Paradójicamente, el básquet es la que menos dividendos aporta. Según Alejandra Borches, tesorera del club, entre sueldos de jugadores y demás gastos, “no hay ganancias”. Resulta muy extraño escuchar de boca de actuales miembros de una comisión directiva de un club, justamente de básquet, que dicha disciplina no deje patrimonio neto; y para redondear, el secretario aclaró que de no existir las donaciones nombradas anteriormente “sería muy difícil cubrir los costos de fin de mes”.
Actualmente hay alrededor de 750 socios con una cuota mensual de 45 pesos los mayores y 30 los menores. Con ese dinero, junto al del adicional que se lo cobra a cada socio por querer realizar alguna actividad deportiva, Atalaya se mantiene de pie. Tampoco hay que dejar de lado las donaciones que se hacen, que muchas veces alcanza solamente para mantener el básquet, pero las mismas no provienen del gobierno, sino de gente que quiere al club.
Además de Atalaya, Tiro Suizo y Temperley (como seguramente la mayoría de los clubes barriales) recibieron apoyos gubernamentales hasta el año 2007, y “off the record” se pudo averiguar que lo dejaron de hacer, simplemente “porque esa fue la orden”. Por eso, dirigentes de estas tres entidades coinciden en que “el trabajo en los clubes de barrio siempre fue a pulmón”.

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